La tristeza es la peor de las drogas.
Engancha.
Sí.
Y de qué manera.
Quizás porque carezcamos de amor
Y necesitemos pequeñas dosis,
Constantemente,
Para mantenernos cuerdos.
Y necesitemos pequeñas dosis,
Constantemente,
Para mantenernos cuerdos.
Y vayamos ofreciendo nuestro corazón sangrante a todos los transeúntes.
De rodillas,
Esperando el milagro de
Que alguien lo acaricie.
Esperando el milagro de
Que alguien lo acaricie.
Eso es
Exactamente.
Las calles están llenas de corazones tristes pidiendo consuelo.
¿Y quién no lo ha hecho alguna vez?
¿No nos sentiremos más seguros pensando que mostrándonos así,
Nadie querrá devorarlo?
Nadie querrá devorarlo?
¿Quién, en su sano juicio,
Comería algo ya medio deshecho?,
Comería algo ya medio deshecho?,
Pensamos esperanzados.
Entonces, sucede.
Siempre hay alguien,
Sin escrúpulos,
Que termina dándole otro bocado.
Sin escrúpulos,
Que termina dándole otro bocado.
Por eso,
Este domingo es domingo de mariposas muertas.
Clavadas en sus vitrinas.
Las mismas que un día
anidaron en mi estómago.
Es lo que me ayuda a descansar en paz.
Sin necesidad de buscar y encontrar.
A un paso de los sueños
Y a mil años del dolor más cercano.
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